domingo, 17 de abril de 2011
LA ULTIMA VICTIMA DE LA INQUISICION
Las causas estaban sobradamente demostradas para la Junta de Fe de Valencia. Por "hereje formal que abraza toda especie de herejía". La suerte de Cayetano Ripoll, un humilde maestro que impartía su saber en el municipio valenciano de Ruzafa, estaba echada. El Arzobispo de Valencia ya no tenía dudas para relajarlo a la justicia ordinaria. La pena debía cumplirse. La sala del Crimen de la Audiencia lo confirmó: condena a la "pena de horca y a ser quemado como hereje pertinaz y acabado".
El maestro Ripoll era un antiguo soldado que había sido hecho prisionero por el ejército francés. En Francia abrazó las ideas liberales y se convirtió al deísmo, esa nueva visión de la espiritualidad defendida por los pensadores ilustrados que promovía una religiosidad basada en la creencia de la existencia de Dios a través de la razón y no de la fe.
Cuando regresó a España comenzó su actividad docente. Rápidamente su comportamiento empezó a levantar sospechas. Ripoll no acudía a misa y en las oraciones que se hacían en el colegio se sustituyó el “Ave María” por unos saludos a Dios menos ortodoxos.
Hereje afrancesado
En 1824 fue arrestado por la Junta de Fe de Valencia. Se le embargaron sus bienes y se escucharon las acusaciones de trece testigos. A Ripoll no le se permitió hablar, ni se le otorgó un defensor de oficio. Tampoco se le comunicó las razones de su arresto hasta el momento de la condena.Sus únicas palabras durante todo el proceso fueron las dedicadas al verdugo al atarle las muñecas: "Por Dios hermano, no tan fuerte" y su última confesión: "Muero reconciliado con Dios y con los hombres". El 31 de julio de 1826, Ripoll murió ahorcado.
Hasta el 15 de julio de 1834 no se publicó el edicto que abolía definitivamente el Tribunal de la Santa Inquisición en España
La condena de Ripoll se enmarca en la difícil situación política existente en España tras restauración en el trono de Fernando VII en 1823 después del Trienio Liberal. En esta etapa se produce un violento enfrentamiento del conservadurismo basado en los principios del Antiguo Régimen con las nuevas ideas políticas más aperturistas que desarrollaban los "negros", como se conocía a los liberales.
Con la victoria de los Cien Mil Hijos de San Luis por todo el país se crearon Ejércitos de la Fe que querían iniciar una persecución indiscriminada contra el ateísmo. Al grito de "¡Rey Absoluto e Inquisición!" y "¡Mueran los negros!", los voluntarios absolutistas querían eliminar cualquier recuerdo de la revolución de Riego.
Sin embargo, Fernando VII tuvo que acceder a las peticiones de amnistía general reclamadas por la Santa Alianza que le había devuelto el trono de España. Con la clara intención de que su imagen no se viera manchada ante esta situación declaró la amnistía pero evitó pronunciarse sobre la Inquisición.
Tribunales de la Fe
Está situación no evitó que las antiguas funciones inquisitoriales fueran asumidas por Juntas de Fe o Tribunales de la Fe que funcionaban por cuenta propia en las diferente diócesis eclesiásticas. Estos tribunales conseguían superar al poder civil del Estado con el apoyo de las autoridades locales.
La de Valencia fue de las más activas. Creada en 1824 por parte del gobernador eclesiástico José María Despujol nunca hizo público su edicto de institución para evitar el control sobre sus actividades por parte de la policía. Así pudo actuar sin ser molestada. Su caso más famoso es la condena de Ripoll. Consumados los hechos, el mismo Fernando VII censuró a la Audiencia de Valencia el haber confirmado la sentencia de la Junta de Fe, acusándola de no ser un tribunal y de no estar autorizada por orden del rey. Pese a ello, la Junta de Fe continuó funcionando.
Hasta el 15 de julio de 1834 no se publicó el edicto que abolía definitivamente el Tribunal de la Santa Inquisición en España. Para Ripoll fue demasiado tarde.
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