domingo, 24 de abril de 2011

Grial

El Santo Grial es el plato o copa usado por Jesucristo en la Última Cena. La relación entre el Grial, el Cáliz y José de Arimatea procede de la obra de Robert de Boron Joseph d'Arimathie, publicada en el siglo XII. Según este relato, Jesús, ya resucitado, se aparece a José para entregarle el Grial y ordenarle que lo lleve a la isla de Britania. Siguiendo esta tradición, autores posteriores cuentan que el mismo José usó el cáliz para recoger la sangre de Cristo y que, más tarde en Britania, estableció una dinastía de guardianes para mantenerlo a salvo y escondido. La búsqueda del Santo Grial es un importante elemento en las historias relacionadas con el Rey Arturo (el Ciclo Artúrico o Materia de Bretaña) donde se combinan la tradición cristiana con antiguos mitos celtas referidos a un caldero divino.
Otras leyendas acerca del Grial se entrecruzan con las relativas a las distintas copas antiguas que se consideran el Santo Cáliz.
Etimología
La palabra grial —pronunciada graal en inglés medio— parece ser una adaptación francesa del término latino gradalus que implica la idea de un plato, escudilla o bandeja con viandas que es llevado a la mesa en diferentes momentos (gradus) de una comida. Al respecto dice Helinand de Froidmont en su Chronicon (siglo XIII):[1] «... un plato ancho y algo profundo en que habitualmente se colocan las carnes caras para el rico... normalmente se denomina grial».
En algunos textos de la Baja Edad Media aparece trascrito como «San Gréal»[2] [3] lo que ha dado lugar a interpretaciones esotéricas según las cuales el nombre derivaría de una supuesta forma «Sang Réal», es decir, «sangre real». Según los defensores de esta idea, que no es aceptada por los medievalistas[4] [5] , la mención de la sangre no se refiere a la recogida del cuerpo de Cristo, como sostienen unánimemente los textos[6] , sino a sus descendientes. Tal hipótesis se desarrolla en el libro de Michael Baigent y Richard Leigh: El enigma sagrado (Holy Blood, Holy Grail, en inglés) utilizado como fuente por Dan Brown para su novela El Código Da Vinci.
Las leyendas del Grial
A partir de este momento, los textos se concentran en dos historias diferentes. Por un lado, las relacionadas con la búsqueda del Santo Grial, emprendidas por los caballeros del Rey Arturo, y, por el otro, las que relatan la propia historia del Grial desde los tiempos de José de Arimatea.
Entre las primeras se pueden citar:
  • Parzival, obra del caballero y poeta alemán Wolfram von Eschenbach, en la cual el concepto de De Boron sobre la santidad del Grial es unido al relato de Chrétien de Troyes.
  • Las cuatro continuaciones de la obra inconclusa de Chrétien de Troyes. Escritas por diferentes autores en los cincuenta años posteriores a la historia original, siguen el relato hasta la muerte de Perceval, ahora guardián del Grial, quien finalmente lo lleva consigo al Cielo.
  • El llamado Percival de Didot (nombre del propietario del manuscrito) que es probablemente una versión en prosa de la Estorie de Robert Boron.
  • El poema galés Peredur, generalmente incluido en los Mabinogion, inspirado en la obra de Chrétien pero que incorpora elementos de tradiciones pre-cristianas, como el culto céltico del Caldero.
  • El Perlesvaus, o Li Hauz Livres du Graal, considerado el que más se aparta de las tradiciones arturianas dando versiones diferentes a las aceptadas sobre los personajes de la historia.
  • El Diu Crône (La Corona), poema alemán de Heinrich von dem Türlin, en el cual es Gawain, antes que Perceval, quien obtiene el Grial.
  • El episodio de Lancelot en la llamada Vulgata arturiana, donde se introduce a Galahad como el héroe de la historia.
  • La Queste del Saint Graal, también parte de la Vulgata, que describe las aventuras de Galahad hasta lograr obtener el Grial.
De las segundas se mencionan:
  • La propia obra de Robert de Boron.
  • La Estoire del Saint Graal, primera parte de la Vulgata, escrita antes del episodio de Lancelot, que expande el texto de Robert de Boron con nuevos detalles.
  • Joseph de Arimathie, un poema aliterado escrito en inglés hacia 1310, que describe las actividades de José después de la Resurrección de Cristo y lo retrata como un apóstol predicador y guardián del Grial.
  • La Chronica sive Antiquitates Glastoniensis Ecclesiae (Crónica o Antigüedades de la Iglesia de Glastonbury), de John Seen, un monje local, en la que se dice que el Grial y la tumba de José de Arimatea habían estado en dicha iglesia.
  • De Sancto Joseph ab Arimathea escrito hacia 1430 por Fray John Capgrave, de Norfolk.
  • Historia del Santo Grial de Herry Lovelich, escrita hacia 1450, la primera traducción inglesa del cuento de la vulgata francesa Estoire del San Graal. Aquí, Josephes, el hijo de José, es el protagonista y el énfasis se pone en José de Arimatea y sus actividades de conversión en Britania, mientras que es minimizada su conexión con el Grial.
  • La Crónica de John Hardyng, completada en 1465, vincula a Arturo con José de Arimatea a quien acredita la construcción de la Mesa Redonda original.
  • El poema Jerusalén, en el prólogo al Milton de William Blake, escrito en 1808, evoca antiguas tradiciones que hacían de José el tío de Jesús y relataban la venida de éste, en su niñez, a Britania.
  • Supuestos griales Autores ligados al esoterismo o investigadores aficionados consideran a diversas reliquias y copas antiguas como el Santo Grial:
    • El Sacro Catino de Génova, que fue llevado tras la Primera Cruzada a Italia. Es un plato hexagonal verde que se creía de esmeralda, aunque es un cristal verde egipcio. Los genoveses, en realidad, nunca han sostenido que se trate del Santo Grial, sino de una pieza de la vajilla usada durante la Santa Cena.
    • Vaso de Nanteos es un cuenco medieval de madera, procedente de la Mansión Nanteos, en Gales. Según la tradición de la familia Powell, propietaria de la reliquia, procede de la abadía de Glastonbury. Sin embargo, los que la examinaron llegaron a la conclusión de que se trata de un objeto del siglo XIV.
    • El Cáliz de Ardagh encontrado en Irlanda; se halla en el museo nacional de Dublín. Se trata de una pieza de orfebrería irlandesa fechada en el siglo VIII y nunca fue identificado con el Grial de la leyenda.
    • La Copa de Hawkstone Park, propiedad de Victoria Palmer. La reivindicación de esta pieza ha sido hecha por Graham Phillips, quien sostiene que la pieza fue llevada a Inglaterra tras ser saqueada Roma por los visigodos. La copa no mide más de seis centímetros, está hecha de una piedra semipreciosa —ónice verde— y, según el propio Philips, es muy posible que date de la época romana.[10]
    • La Copa de Hierro: Aparece en las portadas del libro italiano: "La Leyenda del Santo Grial" de Gabriella Agrati e Maria Letizia Magini, donde se indica que esta pieza es el auténtico Grial, sin que exista alguna otra prueba conocida de dicha afirmación.
    • Copa de Santa Isabel: Copa que perteneció a Santa Isabel de Hungría, y que tras la muerte de la santa se le atribuyeron milagros de curaciones. El padre de Isabel de Hungría fue mecenas de Wolfram von Eschenbach quien es posible contara las historias del Grial a Santa Isabel.
    • Cáliz de la Catedral de Valencia
      En la antigua sala capitular, hoy Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia, se conserva un cáliz que la tradición aragonesa identifica con el Santo Grial. Consta de una copa de calcedonia (piedra semipreciosa) de 7 cm de altura y 9,5 de diámetro, y un pie con asas añadido posteriormente. El arqueólogo Antonio Beltrán ha fechado la copa superior en torno al cambio de era (siglo I), labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina, por lo que pudo estar en la mesa de la Santa Cena. Los dos Papas que han visitado la ciudad de Valencia (Juan Pablo II y Benedicto XVI), han usado este cáliz en las Eucaristías multitudinarias de sus visitas. Algunos consideran por ello que la Iglesia es favorable a la autenticidad de esta reliquia, aunque jamás ha sido formulado un comentario oficial.

LA SABANA SANTA



El Sudario de Turín —también conocido como la Sábana Santa o el Santo Sudario— es una tela de lino que muestra la imagen de un hombre que presenta marcas y traumas físicos propios de una crucifixión, junto a otros totalmente atípicos, pero acordes con los hechos relatados en la Pasión. Actualmente se encuentra en la capilla real de la Catedral de San Juan Bautista, en Turín (Italia).

El sudario es rectangular, y mide aproximadamente 4,40 x 1,10 metros. Está compuesto por fibras de lino, entretejidas en punto de escapulario con fibras de algodón. En él aparecen las vistas frontal y dorsal de un hombre desnudo, cubriendo su ingle con las manos. Las dos vistas poseen direcciones opuestas, y están alineadas sobre el plano medio del cuerpo. La cabeza converge hacia el centro del paño en ambas vistas, hasta casi encontrarse. Las vistas se corresponden con la proyección ortográfica de un cuerpo humano.

El Hombre del Sudario lleva barba y bigote, y su cabello —que cae a la altura de los hombros— está peinado con raya en medio. Es musculoso y bien proporcionado, y bastante alto (1.80 m.)


Los historiadores han podido reconstruir el itinerario recorrido por la Sábana desde Jerusalén hasta Turín.
Fue el historiador británico Ian Wilson, alrededor de 1970, el que formuló con todo detalle su hipótesis de que la Sábana Santa de Turín se corresponde con el Mandylion de Edesa, y este es el dato clave que permite la reconstrucción del itinerario desde Jerusalén hasta Turín:
El rastro de la Sábana Santa lo encontraríamos en Edesa. El rey Abgar V recibiría este lienzo a finales del siglo I o principios del siglo II. El dato de que el rey Algar recibió un retrato de Cristo "no hecho por mano humana" se conoce principalmente por dos fuentes muy tempranas: la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea y el evangelio apócrifo denominado Doctrina de Tadeo. El lienzo permaneció en un lugar desconocido de Edesa hasta su redescubrimiento en el año 525. Este año una enorme riada asoló a la ciudad y puso en descubrimiento un nicho en el que se encontró lo que se llamó el Mandylion (sudario en siríaco) o Tetradiplon (doblado cuatro veces). Por Eusebio (comienzos del siglo IV) y el relato de la peregrina Egregia (siglo IV) sabemos que era conocido en Edesa la historia del rey Abgar, pero que en esos siglos no podía verse el Mandylion. Que el Mandylion se redescubrió el año 525 es un dato históricamente indiscutido, sobre el que existen numerosas fuentes de la época. En Edesa el Mandylion se exponía de modo que sólo se podía ver el rostro de Jesús.
La fama del Mandylion llegó a su cima el año 544. Los persas habían sitiado la ciudad de Edesa. Entonces los sitiados sacaron en procesión la imagen del Mandylion y lograron con los persas se retiraran.

                   El manuscrito con la homilía del arcediano Gregorio del año 944


El Mandilyon permanece en Edesa hasta el año 944, cuando el emperador de Bizancio consigue comprarlo y llevárselo a Constantinopla.
De la llegada del Mandylion a Constantinopla existen numerosos testimonios escritos de la época. De entonces se conserva un manuscrito fechado el 945 y titulado Historia de la imagen de Edesa. Según el historiador Ian Wilson, los bizantinos, al examinar el relicario, se dieron cuenta de que se trataba del lienzo funerario a que se referían los evangelios. Así, y aunque en el relicario sólo podía verse el rostro de Jesús, varios textos de la época hacen referencia a algunos detalles que demuestran que en el lienzo podía verse el cuerpo entero. Así, en el sermón que pronunció en la catedral de Sofía el arcediano Gregorio el 16 de agosto de 944, al día siguiente de la solemne llegada de la reliquia, Gregorio afirma haber visto no sólo la sangre del rostro, sino también la sangre del costado de Jesús.


En Constantinopla el Mandilyon permanece los siglos del X a XIII. La Síndone habría sido robada de la capilla de los emperadores bizantinos durante el tremendo saqueo consumado durante la cuarta cruzada, en el año 1204. Seguramente los templarios se lo llevarían a Francia, donde se redescubre en el año 1356. Desde entonces su rastro se sigue ya sin problema alguno hasta Turín.
El año 1203 la Sábana Santa permanecía todavía en Constantinopla. El caballero cruzado Robert de Clary, de visita en Constantinopla, afirmó luego que en la iglesia de Santa María de Blanquerna había visto "el sudario en el que fue envuelto nuestro Señor", a lo que añadía que "cada viernes se extendía para que todos pudieran ver la figura de nuestro Señor”.
El año 1204 la Cuarta Cruzada toma Constantinopla. Muchos de los tesoros de la ciudad son saqueados. La Sabana Santa desaparece. Robert de Clary habla acerca del sudario que él vio: "Ni griego ni francés supo qué fue del sudario cuando se tomó la ciudad".
La Sábana Santa reaparece en Francia a mediados del siglo XIV: hay testimonios históricos y de absoluta certeza que sitúan a la Sábana Santa en Lirey (Francia) a mediados del siglo XIV.
Sobre el período oculto de la Sábana Santa entre su estancia en Constantinopla y su reaparición en Francia, la historiadora italiana Barbara Frale ha dado a conocer determinados indicios que probarían que la Síndone habría estado ese tiempo en poder de los templarios. Según Frale, los templarios custodiaron durante un siglo la Sábana Santa para que ésta no cayera en manos de los cátaros. En la documentación que esta investigadora ha hallado en el Vaticano figura una historia en la que se relata que en el año 1287 un joven de buena familia llamado Arnaut Sabbatier ingresó a la orden y tras su admisión fue llevado a un lugar privado del templo para que venerase la Sábana Santa besándole tres veces los pies. Durante estos años los templarios tenían que venerar la Sábana Santa en absoluto secreto, puesto que el Papa Inocencio III había sancionado con la excomunión a los autores de los saqueos llevados a cabo en Constantinopla el año 1204; del mismo modo, el Concilio Lateranense de 1215 también había sancionado con la excomunión a los traficantes de reliquias. Según la investigadora Barbara Frale, los templarios habrían rescatado la Sábana Santa para evitar que ésta cayera en poder de los cátaros, que la habrían destruido, pues era incompatible son sus creencias. La herejía cátara sostenía que Cristo no tenía un cuerpo humano ni sangre. Al poseer la Sábana Santa, los templarios se garantizaban también que su propia orden no resultara contaminada de las ideas heréticas de los los cátaros. Tener una reliquia con huellas de sangre, que se podía "ver, tocar y besar", era algo que no tenía precio en la lucha contra ese tipo de herejías.

¿Cómo se formó la imagen de Jesús según los sindonistas?

Fue el abogado italiano Secondo Pia el que descubrió en 1898 que el sudario de Turín era un negativo tras tomar varias placas fotográficas
de la reliquia. Pia retrató las manchas que aparecían en la tela y, en lugar de encontrar el negativo que se esperaba y suponía que debía salir, se llevó la sorpresa de encontrarse con un positivo de la cara de un hombre con bigote y barba, melena larga y ojos cerrados: concluyó que era la cara de Jesucristo y que la síndone contenía el negativo fotográfico de un cadáver que había sido envuelto en la pieza de lino. Ahora bien, las manchas de sangre de la sábana son rojas -algo imposible en un negativo- y la barba del cadáver es negra, lo que quiere decir que el individuo supuestamente envuelto en el lienzo era un anciano de barba blanca.






Para explicar la formación de la imagen, Pia propugnó la llamada hipótesis del contacto, según la cual la figura se plasmó en la tela debido al roce. Pero si la imagen se hubiera generado por contacto, habría dado lugar a una figura panorámica. Cualquiera puede comprobarlo: si os poneis un simple pañuelo pegado a la cara y marcar los puntos correspondientes a la nariz y las orejas, al seguir el contorno del rostro, la distancia será mucho mayor que la que se recoge en una fotografía y la figura aparecería enormemente deformada.

Una vez rechazada la hipótesis del contacto, también se ha planteado la llamada vaporografía, según la cual los vapores emanados por el cuerpo envuelto en el sudario habrían impresionado la tela. Sin embargo, esta teoría exige que los vapores se proyecten sólo en vertical, ya que en el lienzo existen la vista frontal y dorsal, pero no lateral. El error es similar al de la tesis manejada en los últimos años por los sindonólogos, que afirman que la imagen se formó en el momento de la resurrección, cuando el cuerpo de Jesús emitió una misteriosa "energía" que también mostró preferencia por las vistas frontal y dorsal. Además, desde el punto de vista científico es imposible que un cuerpo emita "energía".

Refutaciones sobre la consideración de que pueda ser un cadáver humano

1-. La imagen supera los 1,80 metros de altura, algo que en realidad sería extraordinario en la Palestina del s.I d.C., pues debido a la mala alimentación y a la falta de productos lácteos, la media de la población estaba en 1.50-1.60 m.

2-. La postura: si fuera anatómica sería imposible. Mientras que en la imagen frontal aparece relajado, con ambas piernas totalmente estiradas, en la vista dorsal está impresa la planta del pie derecho, lo que exigiría que hubiera doblado una rodilla.

3-. En el rostro no hay ninguna simetría y la larga melena no cae hacia la nuca, sino que se mantiene suspendida como por arte de magia. La barba es en la imagen de color oscuro, lo que quiere decir que si se trata de un negativo fotográfico, el cadáver debía tenerla blanca, lo que no concuerda con el color del pelo.

4-. La distancia que separa la frente de la parte posterior de la cabeza ronda los 12 centímetros; es la propia de un ser microcéfalo.

5-. El lienzo de Turín contiene, además, llamativos rastros de sangre. Al envejecer, la sangre se torna primero parda y luego negra. Sin embargo, en la sábana santa, la sangre, que tendría dos milenios de antigüedad, es sorprendentemente rojiza.

Además, la propia existencia de sangre en la tela demostraría, por otra parte, que el sudario de Turín nunca envolvió el cuerpo de Jesucristo. Según la Biblia, a la hora de narrar el enterramiento de Jesús, san Juan escribe: "Vino también Nicodemo, el que antes había ido a encontrarlo de noche; éste trajo una mixtura de mirra y áloe, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en fajas con las especies aromáticas, según la manera de sepultar de los judíos" (Juan 19: 39-40). Es decir, que el cuerpo de Jesucristo fue lavado y perfumado antes de envolverlo en fajas. Si se limpió el cadáver, no tenía que haber rastros de sangre en la mortaja, que, por otra parte, nunca fue una sábana. Además, los discípulos debían haber afeitado el pelo y la barba de su maestro, tal como marcaba la tradición hebrea.

Los análisis de Walter McCrone, probablemente el microanalista forense más competente del mundo, también son interesantes. Y es que cuando analizaba rastros de supuesta sangre, McCrone detectó muestras de bermellón y rojo de rubia, pinturas utilizadas en la Edad Media. A esto hay que añadir que McCrone observó que las partículas de pigmento se hallaban pegadas entre sí gracias a un fijador orgánico, que identificó como témpera al colágeno. Otros especialistas que examinaron después la reliquia llegaron a la misma conclusión: no hay ningún rastro de sangre, sino restos de óxido de hierro.

6-. Las monedas sobre los ojos: también se han querido observar dos presuntas monedas del emperador Tiberio sobre los ojos de la imagen (algo que yo no veo, por cierto). Sin embargo y aunque así fuera, hay que saber que la colocación de monedas sobre los ojos de los cadáveres es una práctica pagana y no se corresponde con la forma de enterramiento judío.




Formación de la imagen, según una hipótesis científica:

A continuación los escépticos plantean lo siguiente:

El lienzo apareció en el siglo XIV en Francia y no hay ninguna referencia anterior, a pesar de que, de ser auténtico, sería la reliquia más valiosa de la cristiandad.

Cabe pensar, por lo tanto, que la sábana fue confeccionada en las proximidades de Troyes por alguien próximo a Geoffroy de Charny con la única intención de atraer a los crédulos y hacer negocio, tal como denunció el obispo Pierre d?Arcis en la misiva que envió al papa Clemente VII en 1389. Teneis que pensar que en aquel momento era muy frecuente la "aparición" de reliquias santas, desde lanzas y griales, a sudarios, coronas, clavos, etc.


Su fabricación pudo ser gracias a la técnica del frotamiento sobre un bajorrelieve, como se hace al poner un pedazo de papel sobre una moneda y frotar con la punta de un lapiz. La técnica medieval del frotado produce imágenes con apariencia de negativos, en las que los altibajos del relieve se corresponden con altibajos en el tono de la imagen. La figura así obtenida tiene, como la del sudario, algunos espacios en blanco rodeando las formas prominentes. Con un pigmento semiseco o en forma de polvo, se consigue también que la pintura no penetre más allá de las primeras fibras, además de no dejar marcas de brocha ni direcciones de hechura, como es el caso del sudario.Una imagen generada por contacto sobre un busto daría lugar a un rostro panorámico, deformado. Sin embargo, si se utiliza la técnica del frotado sobre un bajorrelieve, las menores distancias en profundidad hacen que la figura resultante sea similar a la de la sábana santa.

Antes de analizar las piezas de lino, cada uno de los laboratorios empleo diversas técnicas de limpieza para eliminar material extra. Después, dividieron cada muestra en submuestras y las sometieron a la prueba del carbono 14. El laboratorio de Arizona realizó un total
de diecinueve mediciones; el de Oxford, doce, y el de Zurich, dieciocho. A pesar de emplear distintos métodos de lavado, las tres instituciones obtuvieron resultados similares. Según comprobó Michael Tite, las fechas otorgadas a las muestras de control se correspondían con las esperadas y tampoco había diferencias llamativas en la datación de las piezas procedentes de la sábana santa.

Los resultados de las pruebas de radiocarbono de Arizona, Oxford y Zurich datan el lino del sudario de Turín entre 1260 y 1390 (±10 años) con una fiabilidad del 95%. Estos resultados proporcionan evidencia concluyente sobre el origen medieval del lino del sudario de Turín. Los investigadores rigurosos que habían examinado el sudario estaban convencidos de su origen medieval. Y es que los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas se bastaban y se sobraban para situar la aparición de la sábana en Francia a mediados
del siglo XIV.

La Iglesia aceptó el veredicto de la ciencia; pero acorde a la necesidad de mantener todo lo que les beneficie, confirmó su
respeto y su veneración a esta imagen.


Como veis, el tema da para mucho....
 

Rocio











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