jueves, 5 de mayo de 2011

ANASTASIA ROMANOV



Uno de los grandes mitos del siglo XX ha sido si Anastasia Romanov, hija menor del último zar de Rusia, sobrevivió la matanza de sus parientes en 1918. Se ha tardado casi un siglo en darle carpetazo a esta incógnita, aunque el fusilamiento de Nicolás II y su familia sigue plagada de preguntas.

Anastasia Nikolaievna Romanov nació el 18 de junio de 1901 en Peterhof, la residencia de su familia en las afueras de San Petersburgo. Sus padres, Nicolás II y Alejandra (nacida princesa de Hesse) reinaban sobre un vasto imperio que iba desde las estepas polacas al océano Pacífico, y desde Persia al Ártico. El nacimiento de la pequeña tras la llegada de tres niñas seguidas (Olga, Tatiana y María) fue una gran desilusión para sus progenitores, que ansiaban un hijo varón que un día acabaría heredando el trono de los Romanov. Tres años después el ansiado niño, Alexis, vino al mundo, aunque para desgracia de la dinastía, sufría hemofilia.


Anastasia (abajo) y su hermana María, haciendo muecas. Las hermanas estaban muy unidas.

La muchacha creció con sus hermanas en un ambiente feliz y más distendido de lo que podría pensarse. No era una buena estudiante, aunque hablaba perfectamente ruso e inglés, y aprendió francés con su tutor suizo, aunque apenas chapurreaba el alemán, y por lo general era proclive a ser perezosa y traviesa, aunque muy despierta y alegre. Jamás se interesó por la política, es improbable que comprendiese los hechos que arrastraron a Rusia a la Primera Guerra Mundial y luego al estallido de la revolución.

Anastasia no había cumplido todavía los 16 años cuando su padre abdicó el trono ruso en marzo de 1917. Inmediatamente, el ex zar y su familia, junto con un enorme séquito de amigos y sirvientes que voluntariamente decidieron permanecer a su lado, fueron puestos bajo arresto domiciliario, donde permanecerían aislados del mundo exterior. Allí, Nicolás II animó a sus hijos a dedicarse al cultivo de hortalizas y a apartar la nieve acumulada en invierno.





A finales de verano, la familia fue enviada a la ciudad siberiana de Tobolsk, donde se esperaba estarían a salvo de las graves menifestaciones que se producían en San Petersburgo contra el Gobierno Provisional. Una vez que la revolución bolchevique triunfó el siguiente noviembre, los Romanov fueron nuevamente trasladados, pero no a Moscú, donde se les quería juzgar como había hecho la Francia revolucionaria con Luis XVI, sino a Yekaterimburgo, una ciudad industrial en los Urales, donde su fin era todavía un misterio.


Anastasia de niña, con un típico vestido de la corte rusa.

Anastasia maduró durante su encarcelamiento. Fue en Siberia donde cumplió los 17 -su último cumpleaños- y donde comenzó a llevar el pelo recogido en un moño, en vez de llevarlo trenzas, como era la costumbre. A menudo pasaba mañanas enteras leyendo pasajes de la Biblia a su madre, que estaba postrada en su cama, aquejada de ciática. Es probable que su primer enamoramiento fuese de uno de los jóvenes guardias que custodiaba a la familia imperial.

La noche del 16 al 17 de julio de 1918, el jefe de la guardia que custodiaba a los Romanov, Yakov Yurovsky, despertó al médico del zar, el doctor Botkin, y le ordenó que él y los demás prisioneros se vistiesen. La razón que dio probablemente es que necesitaban tomarles una fotografía y enviarla a Moscú, donde se rumoreaba que habían sido asesinados. Pocos minutos después, el zar, su esposa y cinco hijos (incluida Anastasia), su médico, una doncella, un cocinero y un mayordomo fueron llevados hasta una sala vacía en el semisótano de la Casa Ipatiev, donde se situaron para el retrato. Minutos después un pelotón de ejecución entró en la estancia, y tras leer un breve comunicado, abrió fuego a bocajarro. El zar y su mujer cayeron muertos casi instantáneamente. En cambio varias hijas se escudaron tras unas almohadas que habían llevado consigo, a fin de acomodar un poco más a su achacosa madre. Pronto una nube de humo, balas, plumas y sangre empezó a llenar la habitación. Fue necesario esperar media hora para poder apreciar si todas las víctimas habían muerto; aquellos que se seguían moviendo fueron rematados a golpes o con bayonetas, excepto el pequeño Alexis, de 13 años, que recibió un disparo en la oreja






Fosa donde fueron hallados los restos de los Romanov en 1979.

Sabemos que el proceso de ejecución fue lento y sanguinario, pero distó mucho de ser efectivo. Un buen rato después de haber puesto fin al fusilamiento, una de las muchachas comenzó a gritar histéricamente cuando su cuerpo era trasladado sobre una sábana -para no dejar rastro de sangre- a la parte trasera de una camioneta, traída al lugar para su particular y dantesco cometido. Es posible que la joven, cuyos gritos fueron acallados a culatazos, fuese la mismísima Anastasia.

Aquella noche, los trece guardias del pelotón bolchevique habían utilizado varias donas de más de 80 balas cada una. Además, estaban provistos de numerosas pistolas, escopetas y bayonetas, que habrían impedido que una de sus víctimas hubiese sobrevivido milagrosamente. Además había numerosos guardias situados alrededor de la Casa Ipatiev, que estaba rodeada de una alta valla de madera. Es imposible que alguien escapase por su propio pie, y además gravemente malherido, de aquel baño de sangre. La idea de un guardia benévolo ayudase a escapar a la hija de Nicolás “el Sanguinario” es ridícula.

En 1989 se desveló que diez años antes un grupo de historiadores había encontrado los restos de unos huesos en una fosa común poco profunda en un bosque siberiano, a escasos kilómetros de Yekaterimburgo. Además había restos de varios frascos que pudieron haber contejido ácido, así como varios otros objetos personales que podrían haber pertenecido a Nicolás II y su familia. No obstante, sólo fueron hallados nueve cadáveres, que fueron identificados genéticamente en los años 90 como los del zar, su mujer, tres de sus hijas y sus cuatro sirvientes. La identificación pudo llevarse a cabo gracias a comparaciones del ADN de los Romanov y su pariente, el Duque de Edimburgo. No sería hasta el verano de 2007 que se anunciaría el descrubrimiento de dos esqueletos, que posteriormente se confirmaría pertenecían al hijo de Nicolás I y una de sus hijas, bien María o Anastasia. Se confirmaba, pues, que todos los prisioneros de los bolcheviques fueron asesinados aquella fatídica noche de 1918, incluyendo la hermosa y trágicamente joven Anastasia Romanov.

Rocio

EL TITANIC ESPAÑOL




Un transatlántico colmado de pasajeros, equipado con lujosas instalaciones, y un trágico desenlace. Podría pensarse que hablo del RMS Titanic, cuya breve vida -apenas cinco días- surcando el mar- ha sido recordada repetidamente durante los últimos 99 años. Pero hoy voy a hablar del Príncipe de Asturias, un buque español que, aunque de proporciones más modestas que el afamado barco británico, merece ser recordado una vez más.


Un camarote de primera clase, equipado con timbre de servicio, electricidad e incluso con un ventilador. Viajaren él costaba unas 5.000 pesetas de la época.

El Príncipe de Asturias, propiedad de la Compañía Española Pinillos, fue botado en abril de 1914, dos años después del hundimiento del Titanic en el Atlántico norte y menos de cuatro meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que España estaba, afortunadamente, al margen de la contienda, nada impedía que los buques de las potencias neutrales pudiesen ser el blanco accidental de un torpedo bélico (recordemos el triste fin del RMS Lusitania, cuyo hundimiento arrastró a Estados Unidos a unirse a la causa aliada).




El buque contaba con una biblioteca, una barbería, una farmacia e incluso con una panadería

El Príncipe de Asturias contaba con modernos equipamientos para aliviar las largas travesías a sus pasajeros, aunque con una capacidad mucho más limitada que las grandes naves británicas, pues sólo albergaba espacio para 150 pasajeros de primera clase, 120 de segunda y 1.500 para la clase emigrante, como afirmó un diario de la época. El barco contaba con luz eléctrica en todas sus estancias, y había lavabos, barberías, retretes, baños y hasta servicio médico para todos los pasajeros, cumpliendo las más estrictas medidas higiénicas. Había camarotes de lujo, y salones de baile y para fumadores ambientados con alegre música; la biblioteca era también de lo más surtida, y además contaba con un mderno sistema de radiotelegrafía, una farmacia e incluso una sala para enfermos infecciosos.



El Príncipe de Asturias (al igual que su gemelo, el Infanta Isabel) cubría el trayecto entre Brasil y el Mar de la Plata con España, haciendo escala en Valencia, Almería, Málaga, Cádiz y Las Palmas. Desde este último puerto surcaba el océano hasta arribar a Montevideo primero, y a Buenos Aires después. El 17 de cada mes partiría del puerto bonaerense, rumbo a Europa. Aquel fatídico día de marzo el transatlántico se acercaba a las costas tropicales, habiendo zarpado de Las Palmas con un total de 405 pasajeros y 188 tripulantes a bordo, la mayoría de nacionalidad española.









Primera mención del naufragio en el Diario ABC el 7 de marzo de 1916.

El hundimiento del Príncipe de Asturias se produjo frente a las costas brasileñas, entre las localidades de Santos y San Sebastião, un 5 de marzo de 1916, en plena Guerra Mundial. Las causas del naufragio nunca han sido aclaradas, pero se cree que pudo ser un torpedo procedente de un submarino alemán el causante de la catástrofe. Otro motivo pudo ser un mero pero fatal fallo técnico; el compás magistral se habría desviado accidentalmente, lo cual habría hecho embarrancar al transatlántico en un arrecife sumergido, produciéndose una terrible explosión en las calderas momentos después. No obstante, las declaraciones de un superviviente atestiguaron que se había podido ver la estela burbujeante de un torpedo momentos antes de dicha explosión.


El comedor de primera clase, con paneles de roble japonés y marco de nogal.

Fuese cual fuese el motivo, el barco empezó a hundirse a un ritmo vertiginoso, lo cual sin duda impidió que se salvasen más vidas. Inmediatamente después del estallido, el barco se empezó a escorar de lado, seguramente atrapando en su interior a cientos de personas, ignorantes de lo ocurrido. En menos de cinco minutos, el barco desapareció bajo las aguas, y muchos de los pasajeros y tripulantes que se habían lanzado al mar previamente fueron arrastrados hasta el fondo. Los pocos barcos que se pudieron presenciar en el lugar del naufragio pudieron rescatar con vida sólo a 86 tripulantes (prácticamente los que hacían la guardia en aquel momento) y 157 afortunados pasajeros, casi todos varones.






Primera mención del naufragio en el Diario ABC el 7 de marzo de 1916.

El hundimiento del Príncipe de Asturias se produjo frente a las costas brasileñas, entre las localidades de Santos y San Sebastião, un 5 de marzo de 1916, en plena Guerra Mundial. Las causas del naufragio nunca han sido aclaradas, pero se cree que pudo ser un torpedo procedente de un submarino alemán el causante de la catástrofe. Otro motivo pudo ser un mero pero fatal fallo técnico; el compás magistral se habría desviado accidentalmente, lo cual habría hecho embarrancar al transatlántico en un arrecife sumergido, produciéndose una terrible explosión en las calderas momentos después. No obstante, las declaraciones de un superviviente atestiguaron que se había podido ver la estela burbujeante de un torpedo momentos antes de dicha explosión.


El comedor de primera clase, con paneles de roble japonés y marco de nogal.

Fuese cual fuese el motivo, el barco empezó a hundirse a un ritmo vertiginoso, lo cual sin duda impidió que se salvasen más vidas. Inmediatamente después del estallido, el barco se empezó a escorar de lado, seguramente atrapando en su interior a cientos de personas, ignorantes de lo ocurrido. En menos de cinco minutos, el barco desapareció bajo las aguas, y muchos de los pasajeros y tripulantes que se habían lanzado al mar previamente fueron arrastrados hasta el fondo. Los pocos barcos que se pudieron presenciar en el lugar del naufragio pudieron rescatar con vida sólo a 86 tripulantes (prácticamente los que hacían la guardia en aquel momento) y 157 afortunados pasajeros, casi todos varones.

Las noticias del desastre llegaban lentamente a Canarias y a Cádiz, donde la expectación fue grandísima durante los días posteriores. La mayor parte de la tripulación era catalana, vizcaína y gaditana, mientras que los pasajeros procedían en gran medida de Barcelona, Málaga, Cádiz y Valencia. Irónicamente el Príncipe de Asturias se había cruzado pocos días antes con el Infanta Isabel a escasos metros de distacia en pleno Atlántico, y según dijo el ABC en su edición del 8 de marzo de 1916, “los pasajeros de uno y otro buque saludáronse efusivamente y obtuvieron gran número de fotografías.”

La noticia del naufragio conmocionó a la población española, entonces absorta con el trágico desenlace de la batalla de Verdún, que se desencadenaba más o menos por las mismas fechas. Probablemente entonces, como ahora, nadie prestó mucha atención al triste final de aquella pequeña joya de tecnología moderna.

Rocio

Veinte años desde la pesadilla de Dámaso, "El Brujo"

Entre noviembre de 1981 y enero de 1991, Dámaso Rodríguez mató a tres personas, violó a otras tantas mujeres y en el último mes de su vida desafió a las fuerzas de seguridad al huir del cerco policial y sobrevivir por las cuevas del monte de Las Mercedes en Santa Cruz de Tenerife,  donde fue abatido.

La historia de los sucesos en Canarias no debe tener, hasta ahora, muchos casos como el de Dámaso Rodríguez, "El Brujo", quien fue capaz de conmocionar a la sociedad tinerfeña por dos veces, con tres asesinatos y otras tantas agresiones sexuales cometidas con casi una década de diferencia. Además, consiguió un permiso carcelario, se fugó de la prisión Tenerife II, cometió sus últimos dos crímenes y fue capaz de esconderse por los montes de Anaga, entre los municipios de Santa Cruz y La Laguna, durante un mes, debido a su gran conocimiento del terreno y a ser un superviviente nato, que se endureció durante su paso por la Legión. Un día, al verse cercado por la Guardia Civil en una casa pequeña, prefirió suicidarse antes de que le capturaran vivo. Por estos días,  se cumplen 20 años desde que se encontró a dos turistas alemanes que los mató, después de violar a la mujer de 87 años. La sensación de miedo y angustia se extendió por todo el Monte de Las Mercedes. Ese temor, pervive  hoy en día, entre los vecinos de El Batán, Bejía y otros caseríos aislados de este espectacular monte de Las Mercedes.
En el primer crimen, el nombre y la foto de Dámaso Rodríguez saltó a los periódicos el 11 de noviembre de 1981, cuando reconoció que había matado de dos disparos a un joven, Baldomero, que estaba con su novia en su vehículo Mazda en la zona llamada de El Moquinal. Una fuente judicial que conoció bien el caso explicó a el periódico EL DÍA que Dámaso era un mirón  y que le gustaba observar a las parejas cuando mantenían relaciones íntimas. Pero en esa ocasión dio un paso más. Con la pistola de 9 milímetros corto robada a un militar, disparó y mató en el acto al hombre. Después, golpeó y agredió sexualmente a la chica. Seguidamente, circuló con el cadáver y la joven hasta el Llano de los Viejos, donde los abandonó. Los investigadores de la Policía Nacional preguntaron en la zona por un individuo violento, conocedor del monte y en el que concurriera la circunstancia de ser "paseante nocturno" en busca de parejas. Todas las informaciones llevaron a Dámaso, que estaba fichado, y la mujer forzada reconoció su foto. Cuando fue capturado, se le acabó la historia. Ya no volverá a matar ni a violar". La historia fue mucho más amarga. "El Brujo" fue condenado a 55 años de prisión por el asesinato, la violación, el hurto del arma de fuego y la tenencia ilícita de armas.
El permiso.- Cuando apenas habían pasado ocho años, empezó a insistir para que le dieran permisos y poder salir de Tenerife II. El entonces fiscal de Vigilancia Penitenciaria, señaló a EL DÍA que esa "batalla" se prolongó casi un año y medio. Su primer logro fue convencer a la Junta de Régimen Penitenciario y al Equipo de Tratamiento. Los recursos del Ministerio Fiscal pudieron frenar la salida algún tiempo. Hasta que el juez de Vigilancia concede un primer permiso en octubre de 1990 y el individuo no cometió ningún error. En enero de 1991, Dámaso obtiene la segunda autorización por tres días. Salió el día 17, pero la noche del 20 no se presentó en la cárcel. La tragedia estaba próxima.
Las muertes y la angustia.- Una noche, sus suegros, que vivían cerca de el caserío de El Batán, escucharon sus pasos por fuera de la casa durante la noche. No les hizo nada, porque iba en busca de su esposa y sus dos hijas, de 18 y 16 años, a quienes había amenazado de muerte. El 23 de enero, el cadáver del germano Karl Flick aparece en el camino forestal de El Solís, mientras que el día siguiente se halló el cuerpo sin vida de la esposa del anterior, Martha Kuper, que había sido violada y estrangulada. Durante un mes, la población siguió con curiosidad y preocupación la fuga de Dámaso. La angustia de los vecinos de Anaga llevó, incluso, a suspender las clases en las escuelas de Las Mercedes durante una semana, desde el 29 de enero hasta el 6 de febrero. Las especulaciones, los avistamientos, las huidas del prófugo en el último momento, los robos en las cuevas y casas de cazadores o agricultores alimentaron la leyenda de "El Brujo". La situación trágica se relataba, día a día, en los medios de comunicación, mientras muchos ciudadanos de la isla se echaban a la calle para celebrar los carnavales.
Pero llegó el final, gracias a Dios. Una familia se desplazó el 19 de febrero a una casa en la zona de Solís y vio que la puerta estaba forzada, como era lógico, avisaron a la Guardia Civil y varios agentes se desplazaron hasta el lugar. Supuestamente, fueron recibidos con disparos y los agentes respondieron de la misma manera. Sin posibilidad de escapatoria y sin querer ser capturado, Dámaso se pegó un tiro de escopeta. El periodista Antonio Bernal, fallecido hace un año, escribió entonces:  "Cometió su gran error en el último momento, ya que la casa donde se refugiaba no tenía ningún tipo de escapatoria. La vivienda apenas tiene 25 metros cuadrados, con una sola puerta y dos ventanas con barrotes de hierro. En su interior hay una pequeña sala y, al entrar, a la derecha, una habitación donde existe una cama en la que se encontraba el recluso, que estaba descalzo. Vestía un jersey marrón, camisa de cuadros y un pantalón vaquero".
La investigación policial fue por aquel entonces muy extensa. Un inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía señala que las técnicas de investigación policial apenas han variado desde aquella época para capturar a un criminal. El gran salto en el trabajo de los agentes llegó mucho más tarde, con la incorporación de los análisis del ADN. Antes, para fijar las huellas, se utilizaban productos naturales, como la savia de drago, de color rojo, o la cerusa para polvos blancos, mientras que ahora se usan elementos industriales.


El fiscal de entonces, recuerda a Dámaso como "un mal bicho", que, además, "siempre estaba llorando y pidiendo que le dieran permisos; y te miraba con aquellos ojos azules fijamente". Dos décadas después, aún le cuesta entrar en materia para hablar del asunto. Recuerda que "yo siempre me opuse a que saliera de la cárcel", hasta que explica con términos muy técnicos que lo dejaron sin herramientas jurídicas para impedirlo. A Dámaso lo define como una persona llena de "ira contenida, agresividad y velocidad". ¿Podría ocurrir algo similar actualmente con una autorización a un preso? El fiscal no tiene duda alguna: "¡Claro que podría pasar lo mismo!". Desde su punto de vista, los permisos o recompensas deberían concederse como una figura extraordinaria, no como un "sistema de rutina". Comenta que "ni el sistema penitenciario ni las penas del Código Penal intimidan a los delincuentes".
Los vecinos de El Batán que prefieren  no dar su nombre, señalan dónde se vio a "Maso", como aún se le llama en Anaga, los días antes de su muerte. Relatan que sus padres ya no viven, pero eran excelentes personas, al igual que sus dos hermanas y su hermano. Dicha anciana y un hombre jubilado que se incorpora más tarde a la conversación, insisten en que "Maso" nunca les hizo daño, ni de niño ni de joven. Además, evocan que era trabajador y buen compañero en las tareas del campo. Tomás Afonso, autor de un libro sobre la figura de "El Brujo", aseguró recientemente en una entrevista en radio que el paso por la Legión y el posible contacto con las drogas influyeron negativamente en su conducta. Otro vecino, que tampoco desea facilitar su identidad, señala, en referencia a los hechos de enero y febrero de 1991, que "esos recuerdos se olvidan pronto". Apunta que, "cuando bebía, se peleaba con cualquiera", especialmente "si le tenía manía", a pesar de que "no era muy corpulento". Dicho hombre, de 50 años, aproximadamente, evoca aquellas semanas con "mucho miedo". Y es muy gráfico: "Para pasar el monte, yo llevaba la escopeta en el coche, y así todo el mundo; esto parecía el Oeste". Describe a "Maso" como "un superviviente", que se movía bien por el monte, "mejor que Rambo". Julio Pérez, ex secretario de Estado de Justicia  era en 1991 gobernador civil de la provincia.de Santa Cruz de Tenerife, Pérez recuerda la sensación de alarma en la población y la complejidad que suponía coordinar al Cuerpo Nacional de Policía y a la Guardia Civil para hacer frente a la captura del prófugo. Frente a la dedicación de los agentes de ambos cuerpos y la inquietud de los vecinos de la zona, estaba la dificultad de atrapar al delincuente, según el político socialista. Cuando la población se preguntaba cómo era posible que un hombre sólo fuera capaz de poner en jaque a las fuerzas de seguridad, escapar de los cercos y sobrevivir; entonces surgió el debate sobre por qué se permitió que el preso saliera en libertad. El ex gobernador civil señaló que la decisión judicial se basó en un "pronóstico equivocado" acerca del grado de rehabilitación de "El Brujo". Reconoce que Dámaso se convirtió en una "verdadera pesadilla para el Gobierno Civil y las fuerzas de seguridad". La satisfacción de la resolución del caso se vio "empañada", según Julio Pérez, por el suicidio del autor de los crímenes. El ex gobernador indica que "lamentamos aquel final" y que "no hay duda alguna de que Dámaso se suicidó, como demostró la autopsia". Y, de aquellos días inolvidables, recuerda los nombres de tres personas: el comisario jefe provincial del Cuerpo Nacional de Policía, el teniente coronel de la Comandancia de la Guardia Civil, Dámaso Alonso, así como al jefe del Gabinete Técnico del Gobierno Civil. La esposa de Dámaso no quiso hacer declaraciones  sobre este asunto. De hecho, la mujer que estuvo amenazada de muerte no entiende por qué, después de tantos años, hay interés por recordar unos hechos tan dolorosos. Habla con serenidad y educación durante un rato, pero prefiere que no se vulnere su privacidad. El miedo generado por "Maso" pervive aún por los barrancos de Las Mercedes.

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Como conocedor casi directo del ambiente que frecuentaba Dámaso Rodríguez ya que todos mis familiares proceden de la zona de Anaga afirmo:
.-Lo de llamarle "El Brujo" fue a partir de su huida aprovechando el permiso penitenciario y fue inventado por los periodistas. Nunca se le había llamado el brujo antes de esa fecha.
.-Siempre, pero digo siempre, que fue un hijo de puta, y sólo la familia directa conoce el daño que hizo. Violaciones, robos, peleas e intentos de asesinato.
.-Estuvo un mes huido por los montes de Anaga por que los 800 policías que le buscaban tenían un plus de peligrosidad por cada noche que pasaba escapado.
.-Dámaso Rodríguez durmió más de una vez en casa de su madre en "El Río" y obtuvo comida, ropa y ayuda de sus dos hermanas.
.-Fue su suegro el que le llevaba garrafones de vino, papas y demás obsequios al director de la cárcel para que le dieran el permiso que condujo a su fuga.

.-En una ocasión fue visto caminando por la carretera que va desde Las Canteras a La Laguna a la altura del pozo cabildo disfrazado de anciana (ropa negra, delantal, pañuelo en la cabeza y sombrero de ala ancha)
.-Violó varias veces a su ex-esposa y lo intentó con sus propias hijas.
.-Y por supuesto, la mayor mentira de todas es la de su suicidio. NADIE se pega dos tiros de escopeta, en la boca, a si mismo, usando un arma de un solo gatillo.
.- Tuvo la muerte de lo que había sido toda su vida, “una verdadera alimaña”.
Y, esta es la historia de una persona que se lio a la violencia con muchas personas...haciendo el mal y sembrando el pánico en todo el Macizo de Anaga en Santa Cruz de Tenerife.
JUANJO...