La Acrópolis, símbolo de la gloria de Atenas
El momento de máximo esplendor ateniense se inicia con Pericles, tras la guerra con Persia, quien a poco de ser elegido como primer magistrado encarga a Fidias la dirección de las obras necesarias para la reconstrucción de la Acrópolis. Ello tuvo como objetivo simbolizar la victoria de Grecia sobre la barbarie y del nuevo predominio de Atenas sobre la Hélade, financiado su proyecto con el tesoro de la Liga Délica, es decir del dinero aportado para la guerra por las ciudades que se encontraban aliadas.
Sin lugar a dudas, desde el neolítico, La Acrópolis ateniense, había servido de refugio y fortaleza natural para el asentamiento de la población. La misma estaba situada en una colina rocosa, en el sur del país. Durante siglos, sucesivos templos fueron levantándose sobre ella, aunque muchos fueron destruidos en épocas de guerras. Los orígenes de esta ciudad hunden sus raíces de forma tan profunda en la tradición griega y su vinculación con antiguas leyendas sobre su fundación. Por ejemplo, su nombre actual proviene de una disputa entre dioses (Poseidón y Atenea) por conseguir el dominio de tan hermoso lugar. Estos acontecimientos y la disposición de los edificios dan un aspecto “desordenado” a la polis, ya que el único elemento articulador del espacio era la vía procesional, relacionada con los ritos más importantes que se llevaban a cabo en la misma.
Fidias, un gran escultor fue el encargado designado por Pericles, de la supervisión y direccion de las obras de reconstrucción de la Acrópolis. La primera en iniciarse fue el Partenón, siguió luego la de los Propileos, luego el templo de Atenea Niké y por último el Erecteion. Una vez concluidos los mismos, el aspecto general de la polis era diferente a la actual, los templos ya no estaban asilados, sino al contrario pasaron a estar insertos en un conjunto armonioso ornado por un sin fin de estatuas de bronce o piedra. Es así, como entre ellas la mas significativa fue la Atenea Prómaco, magnifica obra de Fidias, que se caracterizaba por su gran altura en todo el lugar (9 metros) y a la que los navegantes podían ver desde las aguas.
La Acrópolis ateniense, levantada entre 437 y 432 a.C., fue diseñado por Mnesides y consiste en un pasadizo entre columnas con dos alas desiguales a los lados: una destinada a pinacoteca y otra a biblioteca, que no llegó a completarse. Pero sin lugar a dudas, en Grecia todos los conjuntos religiosos tenían estructuras más o menos similares.
Tradicionalmente se ha atribuido la decoración escultórica del Partenón —ubicada en frontones, metopas y friso- a Fidias, aunque es difícil precisar qué parte del trabajo es obra de su taller. Se supone que él se ocupó de hacer los moldes en yeso o en arcilla que más tarde sus ayudantes pasaban al mármol. El frontón occidental representaba la contienda de Atenea y Poseidón por el patronato de Atenas: la diosa hizo brotar del suelo de la Acrópolis el olivo, y el dios el caballo. Venció la diosa porque, según los atenienses, el árbol proporciona más riqueza que el animal.
El frontón oriental ilustraba el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus. En las metopas, un total de 92 cuadros de metro y medio de altura en altorrelieve, se representaron la gigantomaquia —lucha de los dioses y los titanes— en el lado este, la centauromaquia —contienda de los lapitas con los centauros— en el sur, y la amazonomaquia ---batalla contra las amazonas y los bárbaros en la guerra de Troya— en el lado occidental. Las metopas del lado norte, probablemente dedicadas a la destrucción de Troya, están prácticamente perdidas. La elección de los temas no es casual: la gigantomaquia recordaba que Atenas había vencido en la lucha contra la barbarie personificada en los persas, del mismo modo que los dioses habían vencido a los titanes e impuesto el orden en el Olimpo.
El friso, que recorría el interior de la celia, representaba el tema de la procesión de las Panateneas, festividad que se celebraba cada cuatro años en honor de la diosa. Fomentada desde la segunda mitad del siglo VI a. C. por Pisístrato, se suponía instaurada por el mismo Teseo. Toda la ciudad se reunía para llevar a la estatua de la diosa un manto de lana (peplo). Estos relieves estaban situados a considerable altura, por lo que la parte superior se hizo un poco más profunda que la inferior (unos 5 cm) y se inclinó hacia afuera, para evitar que el observador perdiera detalles debido al reflejo de la luz. Todas las figuras estaban pintadas con vivos colores, pero la policromía se ha perdido. Se conoce la ubicación de estos grupos escultóricos gracias a los dibujos del pintor francés Carré, que en 1674 formaba parte del séquito del embajador de Luis XIV en la corte turca. La procesión comienza en el lado occidental y sigue caminos paralelos por los flancos norte y sur.
El principio lo componen un grupo de jinetes con sus caballos encabritados, que se van serenando a medida que avanza el desfile. Delante de ellos están los carros con sus aurigas, después, un grupo de: ancianos y de músicos: preceden a los conductores de animales para el sacrificio (ovejas y bueyes). La ceremonia propiamente, dicha tiene lugar; en el lado oriental, al que. se acercan las jóvenes-atenienses ataviadas con hermosos peplos. - En el centro, un’ joven hace entrega del manto doblado a un magistrado, en presencia de la sacerdotisa de Atenea; contemplan la escena varios dioses y héroes sentados, cuya presencia no es advertida por: los mortales. Estilísticamente se notan diferencias de unos relieves a otros, debido a la intervención de numerosas manos y a que unas placas se labraron en el taller y otras cuando ya estaban colocadas en el edificio. Rasgos unificadores son el modelado airoso y natural de los paños, el perfecto estudio de las anatomías y las expresiones serenas. Todo ello marca la cima del clasicismo en la escultura griega. El Partenón, al igual que todos los templos’ griegos, estaba pintado. Se supone que las estrías de las columnas estuvieron decoradas en rojo; los ábacos, en azul; los triglifos, en azul y amarillo, y los fondos de los frontones y las metopas, en rojo.
El Partenón permaneció prácticamente intacto hasta el siglo y d. C., cuando se retiró la estatua de Fidias y se convirtió en iglesia cristiana consagrada a la Virgen Theoto kos. Hacia el siglo VII sufrió algunos cambios estructurales en su interior. Los turcos tomaron la acrópolis en 1485 y Convirtieron el edificio en mezquita, para lo que levantaron un minarete en el lado sudoccidental. El conjunto ha llegado en muy malas condiciones hasta nuestros días porque albergó en su interior un polvorín, y en 1687 una granada lanzada por los venecianos durante el sitio de Atenas lo dañó gravemente. A comienzos del XIX se arrancaron la mayor parte de los relieves, que fueron vendidos al Museo Británico; algunos restos de escultura se conservan en el Louvre, Copenhague y Atenas. El Partenón resultó seriamente dañado por un terremoto en 1894; el arquitecto Balanos trató de reconstruirlo a principios del siglo XX por el procedimiento de la anastilosis, un tipo de intervención Consistente en recuperar los fragmentos y tratar de restituirlos al lugar que ocupaban originalmente. En esta restauración se cometieron graves errores. En los últimos tiempos, el edificio sufre un peligroso deterioro por el turismo masivo y la contaminación
ROCIO
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